miércoles, 11 de junio de 2008

Los lentes mágicos

Se cuenta que un viejo mago tenía el poder para fabricar unos lentes especiales: quien veía a través de ellos en lugar de ver problemas veía oportunidades.

Sus clientes típicamente acudían a él cuando tenían graves problemas que parecían sin solución. Eran fabricados por encargo del cliente mediante un proceso artesanal, durante el cual el viejo mago sellaba el efecto mágico al repetir una frase especial de acuerdo a la situación muy particular de su cliente.

Un día llegó un joven, casado y con 5 hijos, quien
no vió otra salida más que abandonar su trabajo como zapatero del pueblo. El mago conocía a este joven desde muy pequeño: había heredado de su padre el oficio de zapatero, y este de su padre, por generaciones, continuando así con la tradición familiar. Eran la familia de zapateros del pueblo. El joven le confesó que desde hacía meses que vendía menos y menos, hasta que decidió cerrar su tienda. Estaba desesperado por encontrar algo, cualquier cosa, para mantener a su numerosa familia, así que le rogó que le fabricara unos lentes mágicos. El mago accedió y le pidió que volviera al día siguiente.

Esa noche en su taller a las afueras del pueblo, el mago fabricó los lentes mágicos sellándolos con una frase precisa
-la que el joven requería para convertir su predicamento en una bendición.

A la mañana siguiente, aún ofuscado por sus problemas, el joven se puso los lentes mágicos, y súbitamente , ¡comenzó a reir a carcajadas!... vio claramente que estaba frente a una enorme oportunidad: ¡podía comenzar de nuevo! Recordó su verdadera pasión: ser panadero. Desde que era niño eso era lo que más disfrutaba, pasando largas horas experimentando con diferentes mezclas hasta lograr las más exquisitos creaciones. Pero su sueño se esfumó
a sus tiernos once años de edad, recordó el joven, cuando una tarde de domingo, cenando en la humilde casa de sus padres, el abuelo dijó: "hijo, tus panes son deliciosos, pero recuerda que tú serás zapatero, eso es tu padre, eso fui yo y eso fue mi propio padre... es nuestra obligación... si no, no serías nadie." Y sin más, entre las risas burlonas de sus hermanos, enterró el sueño... hasta ese momento, en que los lentes mágicos le ayudaron a recordar y ver con claridad.

Esa misma tarde comenzó a hornear sin parar. Era la medianoche y el joven seguía horneando. Todos en el pueblo pensaron que había enloquecido. Al día siguiente, justo frente a la puerta de su humilde hogar, el joven, con la ayuda de su esposa e hijos, improvisó una mesita en la que colocó un canasto lleno de deliciosos panes de todos sabores. Pronto, la voz se corrió y antes de finalizar el día los había vendido todos.

Deleitados por su maravilloso talento, la gente del pueblo lo animó a montar su propia panadería, y en pocos meses se convirtió en el panadero favorito.

'¡El mago!'-recordó el joven-'tengo que darle las gracias'. El jóven regresó a visitar al viejo mago y después de compartirle su felicidad, no pudo evitar la curiosidad de preguntar por la frase que había pronunciado al fabricar sus lentes.

El mago, con una larga pausa, como si no hubiera escuchado la pregunta del joven, y lleno de amor, finalmente respondió: 'mira adentro, esa es la frase que pronuncié.' El joven dejó una moneda de oro en la mesa del mago y salió, satisfecho.


¿Y tú, ya miraste adentro?

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