Asustado, corrió a pedir ayuda a un muchacho mayor, que se encontraba cerca. Sin decir nada, el muchacho empezó a recoger piedras y a lanzarlas, al parecer en contra del barquito. El pequeño pensó que nunca tendría su bote de vuelta, y que el muchacho se burlaba de él y de su barquito.
Luego se dio cuenta que en vez de tocar el bote, cada piedra iba un poco mas allá de este y originaba una pequeña ola que hacia retroceder el barco hasta la orilla.
Cada piedra estaba calculada y por último el juguete fue traído de vuelta al alcance del pequeño, que quedó feliz por el regreso de su pequeño tesoro.
* * *
Al día de hoy, ¿cuáles han sido esas piedras que piensas (o pensabas) que atentaban contra tus sueños? ¿Puedes reconocer en los demás la intención sincera de ayudarte a lograrlos?
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