miércoles, 20 de febrero de 2008

Comienza

Uno de los 'peligros' al leer libros de superación personal o leer columnas (¡como la mía! ) es comenzar a pensar: 'ay que buenos conceptos, voy a seguir aprendiendo y en algunos meses voy a hacer algo al respecto'. Aquí el problema es quedarse en el modo de eterno aprendiz, con poca o nula acción.

Cuando escribí Código de Riqueza, jamás me imaginé que iba a ser siquiera un libro impreso--nació como un libro electrónico, ni que lo iba a auto-publicar, y mucho menos que sería publicado por otra empresa. Simplemente comencé a escribir, a compartir, a dejar que fluyeran las ideas, porque sabía que tenía que hacerlo.

Te lo digo por lo siguiente: cuando sientes el impulso de hacer algo, cualquier cosa, es importante que lo sigas, sin preocuparte por lo demás. Ese deseo tiene una razón de ser, síguelo.

En otras palabras, si esperas el momento perfecto para iniciar un proyecto, por pequeño o grande que sea, vas a esperar mucho tiempo.

Me gusta jugar beisbol, y en este deporte un buen porcentaje de bateo es de .300, es decir, que de cada 10 veces al bat, pegas 3 hits. Implica que se 'falla' 7 veces. Pero, ¿qué pasa si te presentas a batear y no le tiras a la bola? Jamás vas a conectar un sólo hit, mucho menos un home run.

Vivir la vida sin 'tirarle' a tus sueños, es como no vivir.

Estoy seguro que tienes por ahí un proyecto, propuesta o idea loca que te estás muriendo por probar, pero al pensar cómo le vas a hacer, te paralizas.

Hoy te quiero pedir que te des la oportunidad de probar tus ideas y de 'batear libremente', sin miedo. Inténtalo. Puede ser algo tan sencillo, como hacer esa llamada o enviar ese correo electrónico, o tomar un paso trascendental en tu vida. Lo importante es que te pongas en movimiento, en la dirección de tu impulso.

El 99% de las veces es preferible lanzar la versión 1.0 de tu idea, servicio, producto y servir con ella a los demás, que esperar 10 años a tener la versión 9.0, en tu computadora o en tu cabeza, esperando el momento 'perfecto' para lanzarla. Como ves, la perfección es uno de los mayores enemigos de tus buenas intenciones.

Al terminar de leer esta columna, ¿te atreves a hacer algo al respecto?

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