martes, 12 de agosto de 2008

El bien y el mal

Durante los juicios contra ex-oficiales nazis en Nuremberg, entre 1945 y 1949, uno de los testigos reconoció a uno de los acusados, al verlo pasar frente a él en la corte, por vez primera desde que había escapado con vida de los campos de concentración.

Al instante entró en shock y se desmayó. Todos pensaban que era natural que el testigo se desmayara al ver de nuevo a aquel 'monstruo' que tanto daño había causado.

Sin embargo, la explicación que el testigo dió fue otra: 'no me desmayé por recordar las atrocidades que cometió, sino porque no pude creer que un hombre que parecía tan normal pudiera haber causado tanto sufrimiento'.

La capacidad del bien y la del mal está en todas las personas; está en todos.

¿Qué hace que una persona sea 'buena' y otra sea 'mala'?

¿Por qué, a pesar de crecer en las mismas circunstancias, dos personas pueden ser tan distintas?

El ambiente sin duda juega un rol preponderante, creando una especia de 'aura' que envuelve a los individuos. El problema es cuando lo usamos de pretexto. Es fácil caer en la tentación de justificar, de decir: 'pobre, ¿qué otra opción tenía?'

El determinismo es el punto de vista en el cual todos los eventos son resultados inevitables de causas previas, de que todo lo que pasa tiene una razón de ser.

Pero quien cree en el determinismo, encuentra más que una raíz, una cruz que cargar, el bagaje del pasado, lo que falta, lo que no se tuvo, un destino que cumplir. Te conectas con lo malo, con el riesgo de volverte agrio, triste, pesimista.

* * *

Lo que horrorizó al testigo fue la humanidad del ex-oficial nazi, los destellos de 'normalidad' y hasta bondad en los ojos de alguien que de otra forma sería un demonio.

En todos, reside el bien y el mal... es un ejercicio de libre albedrío el sacar a relucir uno u otra faceta.

Independientemente de los errores del pasado, sigue latente hoy y siempre la capacidad de amar, del bien, de perdonar, de renovarse. Lo que más nos impide avanzar es el recuerdo del propio 'monstruo' que nos persigue, de lo 'malo' que hemos sido.

No creemos en nosotros mismos, en la capacidad del bien. Creemos que estamos ya 'marcados', cuando la realidad es que el ejercicio del bien es una cuestión de decisión, porque en esencia seremos siempre seres de luz, actuando con libre albedrío.

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